de la Historia
Por: Indira Nima.
De quincha y adobe, resguardado por el majestuoso huaylillas, rodeado de recios eucaliptos, el pueblo de San Agustín de Guamachuco, se erigió sobre una explanada prehispánica. Sobre aquella tierra del señorío de los wamachucos, del Dios Atahuju y Katequil. Aquella, que los Padres de la orden de San Agustín, fundaran para evangelizar a los indios, que aún permanecían idólatras, después de haber sido conquistados por aquellos hombres que provenían de la península ibérica.
Huamachuco, tierra clásica, testigo del bautismo sacramental del patriota Sánchez Carrión, el más acérrimo defensor de la democracia y la libertad; aquella tierra que desde sus señoriales balcones aclamara al Libertador Bolívar, y sollozara la muerte de Leoncio Prado. Aquella, que un día pulimentara la piedra amorfa de César Vallejo, en los viejos claustros sannicolasinos. Tierra ilustre de Florencia de Mora, Santiago Zavala, Néstor Gastañadui, Wilfredo Ledesma, Carlos Guevara.
Aquella tierra, que ha visto caer, al paso de los años, la casa del Cabildo, la casa del cura, la capilla del Santo Cristo, la casona de doña María Ramos de Santa Rosa de Casahuate. Hoy, mira desde la lejanía del tiempo, el derrumbe de la Casa de el restaurante El Caribe, el derrumbe de la casa Valderrama; el derribe de la historia del ilustre pueblo, por la “falsa modernidad” de la ciudad comercial de Huamachuco. Nuevas casas de cemento, con voladizos y terrazas se levantan por encima de la historia, aptas para llamar la atención de alienados clientes.
La Casa de José Faustino Sánchez Carrión, hoy, un emporio comercial, donde la gente acude no para sentir la esencia pura del alma patriota del Solitario de Sayán; sino para saborear una sopa wantan o comprar algún vestido de lujo. Casa que don Agustín Sánchez carrión compró en 1784 a doña Juana Sal y Rosas, “era la principal del pueblo, en la esquina de la plazuela, con frente a ésta y colindando con el templo de San José, antiguo adoratorio o terraza ceremonial del Inca” según Porras Barrenechea.
La casa de Arcos, que a simple vista pasa desapercibida, fue aquella que cobijara al batallón libertador de Bolívar, en la segunda campaña para sellar la independencia. “Bolivar en su traslado a Huamachuco, visita Angasmarca, y ve allí la posibilidad de formar un cuerpo de caballería por las facilidades que le da esta gran hacienda en pastos y animales.
De esta manera Bolivar, establece su cuartel general en Huamachuco y asesorado por José Faustino Sánchez Carrión, comienza a preparar la gran campaña que culminaría en Junín y Ayacucho” Recordaba Don Ananías Márquez, como parte de las anécdotas, de ese Huamachuco de 1978.
La casa pensión de César Vallejo, en “la calle del chorro”, hoy no es más que una simple vivienda de dos balcones y despintadas paredes de la calle puga. Desde esa vivienda Nº 2, entonces de doña Desposorio Galarreta, el Vate Universal, transitaba - pasando por el viejo campanario - hacia el colegio San Nicolás, donde cursó, sobresalientemente, su secundaria. “Tristes campanas muertas sepultadas/ son como almas de bardos, olvidadas/ en un trágico sueño solitario…” así evoca al viejo y carcomido campanario, años después, en el poema, Campanas Muertas.
Nuestra ciudad de Huamachuco fue fundada por los padres Agustinos en 1553. Estratégico e importante centro, erigido sobre las construcciones del Tambo Real, para la colonización y evangelización de la población indígena en el norte del Perú Colonial.
El ámbito de la ciudad conquistada se extendía desde el “Antapusha” o “Puente del río” hasta lo que hoy conocemos como la calle San Martín “camino para caxabamba”. Allí se constituían importantes centros religiosos, políticos y sociales, como el Convento de San Agustín. Según el plano de Martínez de compagnon del S. XVII, la plaza Mayor, la capilla San José, La casa del cura, el hospital, un sitio para el beaterío, la capilla de La Merced, la casa del cabildo. En Esta última, funciona actualmente la comisaria de la Policía Nacional, la misma que conserva sus construcciones republicanas.
Hoy, el área central antigua de Huamachuco, según el Esquema Director de la ciudad de Huamachuco 2005-2010, ocupa un área de terreno de 34 .59 hectáreas, con una población de 4300 habitantes. Las añejas calles independencia, sucre, Leoncio prado, Suarez, Alfonso Ugarte y Bolívar han sido consideradas como zona monumental, pues corresponden al área de mayor antigüedad, cuya fisonomía posee valores urbanísticos de conjunto, que la convierten en una memoria histórica colectiva. la casa Gonzales Gonzales, la casa Tornaviesky, la casa Flores, la casa de Sánchez Carrión, la casa urquizo Araujo; de paredes altas, balcones corridos y zaguanes que conducen al patio y traspatio, son edificaciones de gran valor arquitectónico e histórico de la época colonial y republicana.
En ellas, importantes familias: Pinillos, Porturas, Cisneros, Pacheco, Abril, hacían sociedad y celebraban la fiesta del Taita Pancho con gran devoción. “Hoy vamos a estar a las 9 de la noche , entonces se preparaba para brindarles un café, un té; un juego , alguna distracción, después esa misma familia anunciaba a la otra casa” Relata Don Ananías Márquez.
Antes las fiestas de San Francisco de Asís, se hacían con mucha pompa - continúa -había como 70 altares en todo el pueblo y en casas particulares y al contrapunteo. En cada lugar habían veladores, que pasaban una noche de velación en una forma pomposa; había una buena comida, buen licor, bailes, la banda de músicos. La gente más pobre contrataba un cajero para toda la noche, igual la banda de músicos.
Hoy, el pueblo que se erigiera en la explanada del señorío de los wamachukos, el antiguo Huamachuco repúblicano; se pierde cada vez, entre los escombros y la bruma del tiempo. Hoy parecen desplomarse las palpitaciones, que aún quedan de aquella “tierra clásica de patriotas”. Todo esto, por personas que se guían del afán lucrativo, el bien personal. Propio de un mundo neoliberal, destructor de identidades.
Antes las fiestas de San Francisco de Asís, se hacían con mucha pompa - continúa -había como 70 altares en todo el pueblo y en casas particulares y al contrapunteo. En cada lugar habían veladores, que pasaban una noche de velación en una forma pomposa; había una buena comida, buen licor, bailes, la banda de músicos. La gente más pobre contrataba un cajero para toda la noche, igual la banda de músicos.
Hoy, el pueblo que se erigiera en la explanada del señorío de los wamachukos, el antiguo Huamachuco repúblicano; se pierde cada vez, entre los escombros y la bruma del tiempo. Hoy parecen desplomarse las palpitaciones, que aún quedan de aquella “tierra clásica de patriotas”. Todo esto, por personas que se guían del afán lucrativo, el bien personal. Propio de un mundo neoliberal, destructor de identidades.
Hola chicos, sigan adelante con la revista del pueblo, los felicito por ese trabajo tan sacrificado.
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