Por: Eduardo Gonzáles Viaña
Cuando la sociedad peruana todavía no se había puesto los pantalones, tú ya los tenías bien puestos, querida Ariana, y nos enseñaste lo que se debe hacer en algunos casos: le diste una patada en el trasero al individuo que estaba atacando a tu madre.
Nos has enseñado, pequeñita, que frente al crimen lo primero que hay que vencer es la cobardía.
Las víctimas se inhiben de reaccionar. Los testigos prefieren no declarar. Quienes están cerca de un atraco miran hacia otro lado. Quienes divisan al sospechoso de un crimen suelen decir- frente a los investigadores- que padecen de miopía o astigmatismo. Quienes piensan que hay soluciones, prefieren callar. ¿Cómo debemos llamar a todas estas curiosas reacciones? ¿Hay otra palabra además de cobardía?
Las víctimas y los testigos dirán que temen una venganza y añadirán que ni la policía ni el poder judicial les ofrecen suficientes garantías, pero eso no es todo. Si la sociedad tiembla todo el tiempo, vamos a terminar por aceptar esta situación como normal y permanente.Mientras la sociedad peruana termina de lavarse el pelo y de secárselo, ayúdame ahora, Ariana, a buscar otra palabra en vez de cobardía, que defina la actitud de los jueves frente a casos como el de otra niñita a quien debes de haber visto en la televisión, y se llama Romina Cornejo.
Ya han pasado 12 meses desde que “Papita”, “Gordo Pedro” y “Hen” interceptaron a su padre en la Vía Expresa , y en el intento de robarle 6 mil dólares, balearon a la niña. Se cuenta con todas las pruebas del delito y- sin embargo- todavía los criminales no han sido sentenciados.
¿A quién temen los jueces? ¿A la OCMA o a los “marcas”? No lo sabemos, pero su lentitud da buenas razones a los vecinos y a los testigos de algún acto bestial para decir que no saben, no vieron, no oyeron o no estaban allí cuando estuvieron
Por tu parte, querida Romina, nos estás ofreciendo cada día una lección de bravura frente a la adversidad. Te sentimos como hijita, sobrina, nieta, hermanita. Eres para todos nuestra bebita, y nos haces sentir muy felices cuando sabemos que has logrado activar la función de alguna parte de tu cuerpo que inmovilizaron las bestias.
De todas formas, día tras día, tu rostro y tu caso dan cuenta al mundo de que el Perú no es un país seguro, y que si queremos revertir esta situación es preciso actuar de inmediato y dar la batalla en todos los campos.
-¿En qué escuela se enseña a ser perversos?- me ha preguntado un sobrino que las mira en la televisión, queridas Ariana y Romina.
Le contesto que no hay escuelas formales, pero que la “prensa chicha” es más que una escuela, una academia preuniversitaria que está a la orden de aquellos que se inician en el camino del crimen y ofrece sus lecciones por solo cincuenta céntimos a quienes deseen especializarse.
Las hojas amarillas de la prensa chicha no suelen dar noticias de actualidad sobre el Perú y el mundo. Da lo mismo leer un ejemplar de hoy que uno del mes pasado. Sin embargo, sus fotografías morbosas, su persecución de amantes, sus textos malolientes son una negación de todos los valores y constituyen la exaltación de un sentido “criollo”, e inmundo de la vida.
La prensa chicha es la crónica social de los criminales. Si los diarios de antaño se referían al supermarlonbrandeado Marianito Chumpitaz y a la niquísima Nonita del Campo a la Ciudad , estos papeles de hoy nos regalan todos los días fotos de “Papita”, “Gordo Pedro”, “Hen” y otras bestias con un número sobre el estómago.
Debe de ser por eso que cuando la televisión y los fotógrafos persiguen a un delincuente que acaba de ser apresado, éste, las más de las veces, mira hacia la cámara y lanza una sonrisa hacia sus amigos y admiradores.
A veces levanta la mano y saluda, y se pregunta si resultará más buenmozo que el novio desesperado de un animador televisivo o superará los ratings de la vedette que fue sorprendida en alguna escapada sentimental.
Como bien se sabe, este tipo de prensa desde el tiempo en que apareció, hace más de treinta años, ha estado recibiendo el apoyo publicitario del Estado o de sus administradores cuando querían denigrar a un adversario, justificar un crimen político o levantar una cortina de humo para ocultar algún acto delictivo del gobernante de turno.
Cuando el grupo “Colina” asesinaba estudiantes y campesinos, y los rociaba de kerosene, esta prensa justificó esas muertes por ser supuestamente de terroristas. Esta prensa avaló los “juicios” sumarios de los jueces sin rostro, las torturas y los genocidios, e imprimió sobre el corazón y la mente de sus lectores las consignas de que “no importa de que robe si hace obra”, el todo vale de una sociedad de una sociedad sin valores.
¿Hay alguna forma de regular el uso de los medios? ¿O no debemos ni siquiera mencionar este problema para que no nos acusen de estatistas?
¿Hay alguna forma de pedir que se aumente el mísero jornal de los maestros en vez de que se anuncien futuros gastos militares?
Queridas Ariana y Romina: Gracias por ser nuestras paisanas. Ayúdennos, por favor, a ser valientes.