Reproducción de la columna ‘Las Palabras’
publicada en la edición 2235 de la revista ‘Caretas’.
Carta
al presidente
Humala
Don Ollanta Humala,
Presidente de la República
Señor presidente:
UNA semana antes de que usted asumiera el
poder, hace casi un año, le escribí una carta como esta, con reflexiones sobre
su entonces reciente triunfo, sobre la promesa que abría y el deber que exigía
una victoria tan brillante cuanto inesperada.
Repasé la carta a la luz de lo que viene
sucediendo en estos meses y, sobre todo, en estos días; y pensé que quizá no
esté fuera de lugar escribirle para reflexionar sobre sus inesperados golpes de
timón, señor presidente, y sobre la extraña deriva de su gobierno.
Recuerdo que en los días más pugnaces de la
segunda vuelta, en una entrevista con Rosa María Palacios, Álvaro Vargas Llosa
–que había venido a Lima a reforzar su campaña, y se ganó en consecuencia el
aullante vituperio de esa derecha deshonesta e histérica–, le apostó a una medio
incrédula Rosa María (y lo digo de memoria), que esa misma gente iba a estar
haciendo cola para el besamanos del 28 de julio.
Álvaro no solo acertó sino se quedó corto.
Lo de besamanos fue un pálido eufemismo. Digamos que si hubiéramos corrido una
cortina sobre Palacio por algunos meses y la descorriéramos ahora, ¿qué
encontraríamos? A los que estuvieron en el mitin de Keiko, a su lado, señor
presidente; y a gran parte de quienes estuvieron en el mitin de la Plaza 2 de
mayo, en el lado opuesto.
¿Es esa la naturaleza de la política y de la
vida? No necesariamente. Es verdad que la política y el arte de gobierno es
saber manejar realidades sociales complejas de manera eficiente. Usted no tenía
experiencia de gobierno; pero era y es pragmático, había aprendido en sus años
como militar a desenvolverse de la mejor manera posible en la realidad que le
entregaban.
Claro que usted tuvo un equipo interesante
de colaboradores, dirigidos por Siomi Lerner, durante los primeros meses de su
gestión. Pero hubo evidentes diferencias de aproximación y estilo a la tarea de
gobierno. Siomi y la gente cercana a él partían, en los hechos, de la premisa de
que el camino al orden es el diálogo.
Usted, por lo contrario, obviamente piensa
que el orden es el camino al diálogo; y aborrece la indisciplina, la falta de
líneas claras de mando y obediencia.
Esa diferencia fundamental deshizo en pocos
meses de gobierno la relación de años de camaradería de campaña con todo un
grupo de gente muy cercana (empezando por el propio Siomi), que fueron
paulatinamente reemplazados por tecnócratas y políticos que se sienten de lo más
satisfechos con ese tipo de administración predicada en la búsqueda de orden y
la disciplina.
Y así, como quien no quiere la cosa, la
misma gente que lo denostó y demonizó hasta hace 10 meses, ahora funge de
intérprete de su pensamiento y reclama con fingida indignación que se reprima y
encarcele, como ‘agitadores’ y hasta ‘golpistas’, a aquellos cuyas opiniones y
acciones usted apoyó hasta el momento mismo de jurar la
presidencia.
SUS actuales portavoces oficiosos (porque
los oficiales son algo más púdicos), propalan que esos ollantistas de ayer
reprimidos por el Ollanta de hoy, han olvidado que todo lo que el programa de la
‘Gran Transformación’ logró fue el 31% de los votos, y que la victoria fue
obtenida gracias a la ‘Hoja de Ruta’, sobre cuya ambigua cartografía hablan
ahora como si tuvieran los derechos de autor.
Ahí no solo están los que apoyaron
histéricamente al fujimorismo el 2011 sino los que lo hicieron en los 90 y el
dos mil. No todos, pero sí muchos. Tan conocidos que no parece necesario
ordenarlos en una base de datos, ¿verdad?
Nadie dijo que gobernar fuera fácil, señor
presidente. De hecho es duro y puede hacerse trágico.
Usted, por ejemplo, se ha forzado a pagar,
un precio muy alto en lo personal. Está enfrentado políticamente con su padre y
su madre; y ha encerrado en la Base Naval a su hermano Antauro. No tengo la
menor duda de que todo ello debe haber sido doloroso; y que usted no solo trató
de afirmar su autoridad, sino mostrar la determinación de ejecutar las medidas
más duras si lo estima necesario.
Y si sigue así, las medidas tendrán que
hacerse crecientemente duras. Las geishas de ayer lo azuzarán, señor
presidente, con parecidos argumentos a los que utilizaron contra la oposición
democrática el año dos mil: acusándola de ser subversiva y
golpista.
Pero el endurecimiento represivo, sobre todo
si junto con lo brutal es bruto y venal, no va a solucionar nada. En corto o
mediano plazo, empeorará las cosas.
El orden es necesario, y hace usted bien en
subrayar su importancia. Pero el orden del Estado debe ser justo, preciso,
proporcional y, sobre todo, imparcial.
¿Qué tiene de justo o siquiera legal, señor
presidente, que en el caso de Espinar, por ejemplo, la Policía mantenga a los
detenidos dentro de las instalaciones de la compañía minera, que la comisaría
funcione también dentro de ella? ¿Qué aparezcan ‘bombas molotov’ cada vez que se
quiere detener a alguien o impedir, por ejemplo, el vuelo de don Isaac a
Cajamarca?
Es que ese tipo de prestidigitación, que no
produce conejos sino molotovs, solo es posible cuando se tiene como jefe de la
Policía y como jefe de operaciones policiales, a dos oficiales cuyo mayor mérito
es su coartada ridícula en el caso de las Brujas de Cachiche.
Usted no ha cumplido todavía un año de
gobierno, señor presidente, y creo que está a tiempo de corregir errores y
distorsiones. Ha hecho muchas cosas bien; y si rectifica el rumbo en pocos pero
cruciales aspectos, puede terminar logrando un buen gobierno.
¿Qué hacer? Empezar por comprender que usted
no ganó la segunda vuelta porque la ‘Hoja de Ruta’ hubiera tranquilizado o
sedado a la Confiep, a los fujimoristas, a los pepekás y a esa
gente.
Usted ganó gracias al Juramento por la
Democracia. Eso galvanizó a quienes luchamos contra Montesinos y Fujimori, lo
convirtió a usted en el líder de las fuerzas democráticas contra el retorno de
la dictadura y le dio, junto con la presidencia, la misión de perfeccionar y
profundizar la Democracia.
ESE es su mandato fundamental, señor
presidente. Actúe en consecuencia, que no es todavía tarde.
Tome, o retome ese papel, y la
gobernabilidad democrática funcionará mucho mejor que el frágil orden que puede
lograr una Policía parcializada, con jueces y fiscales que violan el debido
proceso.
No encarcele a la gente por hacer lo que
usted como candidato les pidió que hagan. Explíqueles, razone con ellos y actúe,
cuando haya que hacerlo, con imparcialidad y con verdad.
Pese a que su hermano Antauro defiende una
repudiable ideología racista, creo que usted sabe que es un abuso tenerlo preso
en la Base Naval. Lo peor es que es una admisión de miedo e impotencia, no de
autoridad. ¿Admite el Estado peruano ser impotente como para controlar una
prisión civil de alta o mediana seguridad? Corrija el abuso y exija una mínima
competencia al INPE.
No persiga a la protesta que no sea
violenta. Aunque sea una necedad pedir ahora la vacancia presidencial, eso no es
un delito. Si lo fuera, ¿cuánta gente que pidió la vacancia de Toledo en su
momento (y podemos hacer memoria) no debería estar presa?
Luche contra la corrupción. De a verdad, con
fuerza. Pocas cosas confieren mayor legitimidad que eso. Pocas son más
necesarias.
Usted fue elegido para ser el abanderado de
la democracia y no de la plutocracia, señor presidente. Está a tiempo de ajustar
el rumbo. Ojalá lo haga. Su éxito será el de nosotros todos.