Por Cesar Hildebrandt
Un periodista extranjero –viejo amigo– me hace preguntas sobre las elecciones de Lima y percibo, al otro lado de la línea telefónica, un discreto asombro, primero una cierta perplejidad, después, y por último, unas frases salidas de la estupefacción.
¿Ha habido, es cierto, once candidatos a la presidencia? ¿Es cierto que uno de ellos es ciudadano de los Estados Unidos? ¿Puede confirmarse que el partido político más importante del Perú tuvo que recurrir a una mujer independiente que luego renunció y que, por tanto, no está en la lid electoral por la presidencia? ¿Y es cierto que el otro partido importante, el conservador PPC, tuvo que subsumirse en un conglomerado porque su lideresa no quiso postular? ¿Y puede confirmarse el hecho de que Acción Popular, el partido que llevó a Fernando Belaunde dos veces al poder, es hoy un átomo de esa molécula llamada Perú Posible? Y, finalmente, ¿Es cierto que los cinco primeros de las encuestas tienen más o menos iguales posibilidades de pasar a la segunda vuelta?
Tuve que decir sí. Varias veces sí. Demasiadas veces sí. ¿Pero por qué la totalidad del Congreso se elige en la primera vuelta? ¿No sería mucho mejor que en la primera vuelta se eligiera la mitad del Congreso y que en la otra mitad saliera de los dos partidos más votados? ¿No haría eso más gobernable al Perú? Le dije que cuando De Gauselle creó el ballotage para impedir que los columnistas llegaran al poder no pudo imaginar un escenario como este y que la culpa no es de la V República francesa sino de la eterna republiqueta que nos hemos empeñado en construir.
No terminaba de hacer preguntas. Tuve la sensación de que, al concluir la charla telefónica, mi amigo tenía la idea de que el Perú es una extravagancia, una exquisitez para sociólogos, una democracia amena y depravada, una especie de Galápagos de la historia, con sus tortugas inmortales, sus iguanas irrepetibles y esas aves que Darwin observó con tanta paciencia.
Yo pienso, modestamente, en todo caso, lo mismo. Una vez, en El hombre de la calle, Federico More quizá insinuó que el Perú era un ómnibus con ínfulas de Mercedes.
La verdad es que el zafarrancho electoral, la viudez programática y la prosperidad de los insultos y las payasadas son parte de nuestro esfuerzo en no ser un país serio. ¿Qué quieren? ¿Elecciones del primer mundo en un país del tercero?
La confusión de estas elecciones es el resultado de muchos factores. Trataré de enumerar algunos:
1) La crisis de la educación. El Perú es menos que subsahariano1 en esta materia. De esa matriz no emergen ciudadanos no demócratas porque la democracia no es un instinto sino una construcción cultural. El liderazgo al que las turbas se resignan puede no tener otra virtud que la de un poder ejercido brutalmente.
2) El secuestro de los partidos políticos por parte de los grupos económicos más poderosos. El Apra de Alan García es una demostración de comisaría de este fenómeno. La derrota del Apra ha surgido de aquello que Haya de la Torre temió de joven y toleró de viejo: la sensualidad, la renuncia a los ideales, la muerte de esa utopía que hace que un partido tenga norte y convoque a militantes comprometidos. Esa utopía no tiene que ser de
izquierda. La utopía culta de muchas derechas en el mundo viene del Sacro Imperio Romano Germánico, pasa por la teología de los padres de la Iglesia católica, se nutre de la Inglaterra del siglo XVII, elude la revolución francesa, cabotea en Adam Smith y llega a las muchas figuras contemporáneas que lo encarnan. La derecha es una cosa seria. Aquí se creen de derecha los que se atrincheran en su margen de utilidades con un trago en la mano y una pistola al cinto. Esa huelga involuntaria del pensamiento terminó en el PPC-Cementos Lima, una fusión profética de los años 60. Y lo del comunismo es más breve: hijos de Stalin (Aunque se decían discípulos de Lenin), todavía no se reponen de la implosión de la URSS y sus filiales. Se han quedado sin discurso y demuestran que la ira no es suficiente. Lo demostró Pol Pot. Lo sufrimos con Guzmán. 3) La corrupción generalizada de los medios de comunicación, convertidos en sicarios del orden quieto y el conservadorismo y creadores de pánico cada vez que alguien quiere hacer algún cambio. Los diarios peruanos más importantes ya no informan: juegan con las emociones de la gente común y corriente y, de un modo casi irónico, le dicen que si alguien mueve alguna ficha perderán lo que no tienen y carecerán del futuro prometedor del que ya han sido despojados.
Es como decirle a un muñón2 que puede perder el miembro que le perteneció.
¿O creen que negociar con las mineras nuevos arreglos y recaudar más por ganancias superlativas que jamás nadie imaginó es un pecado?
¿Será un delito que el Estado, demolido por Fujimori con la complacencia de las grandes fortunas, reaparezca como árbitro y como función tuitiva3?
¿Se irán todas las inversiones extranjeras porque pongamos límites a la exploración y explotación de hidrocarburos en la selva?
¿Protestará Obama si levantamos el salario mínimo?
¿Nos atacará la aviación de la OTAN si le decimos a la telefónica que aquello de la renta básica es una estafa?
¿Nos bombardearán los tucanos brasileños u Odebrecht dejará de hacer negocios si revisamos y, eventualmente, paramos ese desastre a la vista que es Inambari?
¿Invadirá Chile Tacna si le decimos que el trato a los capitales de ambos países tendrá que ser recíproco y que ya es hora de empezar a corregir la enorme asimetría4 de nuestra relación comercial?
¿Quién y con qué derecho habrá de castigarnos si le ponemos un pare de verdad al capital especulativo que llega a Lima a crear distorsiones monetarias?
¿Qué pasará si le decimos a Romero que no siga sembrando palmas para hacer combustible porque eso es irracional?
¿Y si le decimos a los oligopolios5 que dejen de concertar?
¿y si le devolvemos a los trabajadores algunos derechos sindicales arrancados a patadas durante la putrefacción fujimorista?
¿Y si decimos “basta de services tramposos creados para explotar más al trabajador”?
¿Qué?
¿Nos expulsarán de la OEA si decidimos que parte del puerto del Callao siga en manos nacionales?
¿Quién nos condenará si enfrentamos, con una línea aérea nacional privada, el cuasi monopolio arrasador de LAN, que, para desalentar el turismo interno del Perú, le cobra a los extranjeros cupos monstruosos que no cobra en Chile?
¿Y si dotamos a nuestras fuerzas armadas de lo necesario para poder defendernos –sólo para poder defendernos-, habrá alguien en Latinoamérica que se escandalice?
En resumen, ¿ahora resulta que en esta aldea global es una falta ser peruano?
4) La atmosfera tóxica de impunidad que se respira en todas las esferas. Lo que convierte a lo que queda de Estado en fuente de fortunas y a muchísimos empresarios en coimeadores crónicos.
5) La persistencia de la desintegración nacional. La selva siente que los limeños somos no sólo distantes sino hostiles. Hay regiones del sur donde nos odian con todo derecho. Las fronteras son la prueba de nuestra incapacidad nacional para establecer prioridades sensatas.
6) El regocijo casi patriótico por los antivalores en acción: El engaño es virtud; la estafa, hazaña; el abuso, mercado; la pendejada, talento; la impuntualidad, carácter. De estos fierros retorcidos no salen sólo emprendedores de éxito sino generaciones anómicas6. Y pasar de la anomía a votar por un ladrón es fácil.
¿El Perú tiene esperanzas?
Por supuesto que las tiene. Pero sólo si acepta que tiene que cambiar. No para parecernos a Chávez, ese esperpento7 de izquierdismo a mano armada. No para ser Cuba, esa tumba del Hombre Nuevo con mayúsculas. No para repetir experiencias fracasadas. Si para sentir que vivimos en un país digno, problemático pero limpio, diverso y unido por un proyecto que alcance para todos.
**************************
Vocabulario:
1. Subsahariano, na.: Se dice de la parte de África situada al sur del Sahara.
2. Muñón: Parte de un miembro cortado que permanece adherida al cuerpo
3. Tuitivo, va: adj. Der. Que guarda, ampara y defiende.
4. Asimetría: Falta de Correspondencia exacta en forma, tamaño y posición de las partes de un todo.
5. Oligopolio: Econ. Concentración de la oferta de un sector industrial o comercial en un reducido número de empresas.
6. Anómico, ca: Perteneciente o relativo a Psicol. y Sociol. Conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación.
7. Esperpento: coloq. Persona o cosa notable por su fealdad, desaliño o mala traza.
¿Ha habido, es cierto, once candidatos a la presidencia? ¿Es cierto que uno de ellos es ciudadano de los Estados Unidos? ¿Puede confirmarse que el partido político más importante del Perú tuvo que recurrir a una mujer independiente que luego renunció y que, por tanto, no está en la lid electoral por la presidencia? ¿Y es cierto que el otro partido importante, el conservador PPC, tuvo que subsumirse en un conglomerado porque su lideresa no quiso postular? ¿Y puede confirmarse el hecho de que Acción Popular, el partido que llevó a Fernando Belaunde dos veces al poder, es hoy un átomo de esa molécula llamada Perú Posible? Y, finalmente, ¿Es cierto que los cinco primeros de las encuestas tienen más o menos iguales posibilidades de pasar a la segunda vuelta?
Tuve que decir sí. Varias veces sí. Demasiadas veces sí. ¿Pero por qué la totalidad del Congreso se elige en la primera vuelta? ¿No sería mucho mejor que en la primera vuelta se eligiera la mitad del Congreso y que en la otra mitad saliera de los dos partidos más votados? ¿No haría eso más gobernable al Perú? Le dije que cuando De Gauselle creó el ballotage para impedir que los columnistas llegaran al poder no pudo imaginar un escenario como este y que la culpa no es de la V República francesa sino de la eterna republiqueta que nos hemos empeñado en construir.
No terminaba de hacer preguntas. Tuve la sensación de que, al concluir la charla telefónica, mi amigo tenía la idea de que el Perú es una extravagancia, una exquisitez para sociólogos, una democracia amena y depravada, una especie de Galápagos de la historia, con sus tortugas inmortales, sus iguanas irrepetibles y esas aves que Darwin observó con tanta paciencia.
Yo pienso, modestamente, en todo caso, lo mismo. Una vez, en El hombre de la calle, Federico More quizá insinuó que el Perú era un ómnibus con ínfulas de Mercedes.
La verdad es que el zafarrancho electoral, la viudez programática y la prosperidad de los insultos y las payasadas son parte de nuestro esfuerzo en no ser un país serio. ¿Qué quieren? ¿Elecciones del primer mundo en un país del tercero?
La confusión de estas elecciones es el resultado de muchos factores. Trataré de enumerar algunos:
1) La crisis de la educación. El Perú es menos que subsahariano1 en esta materia. De esa matriz no emergen ciudadanos no demócratas porque la democracia no es un instinto sino una construcción cultural. El liderazgo al que las turbas se resignan puede no tener otra virtud que la de un poder ejercido brutalmente.
2) El secuestro de los partidos políticos por parte de los grupos económicos más poderosos. El Apra de Alan García es una demostración de comisaría de este fenómeno. La derrota del Apra ha surgido de aquello que Haya de la Torre temió de joven y toleró de viejo: la sensualidad, la renuncia a los ideales, la muerte de esa utopía que hace que un partido tenga norte y convoque a militantes comprometidos. Esa utopía no tiene que ser de
izquierda. La utopía culta de muchas derechas en el mundo viene del Sacro Imperio Romano Germánico, pasa por la teología de los padres de la Iglesia católica, se nutre de la Inglaterra del siglo XVII, elude la revolución francesa, cabotea en Adam Smith y llega a las muchas figuras contemporáneas que lo encarnan. La derecha es una cosa seria. Aquí se creen de derecha los que se atrincheran en su margen de utilidades con un trago en la mano y una pistola al cinto. Esa huelga involuntaria del pensamiento terminó en el PPC-Cementos Lima, una fusión profética de los años 60. Y lo del comunismo es más breve: hijos de Stalin (Aunque se decían discípulos de Lenin), todavía no se reponen de la implosión de la URSS y sus filiales. Se han quedado sin discurso y demuestran que la ira no es suficiente. Lo demostró Pol Pot. Lo sufrimos con Guzmán. 3) La corrupción generalizada de los medios de comunicación, convertidos en sicarios del orden quieto y el conservadorismo y creadores de pánico cada vez que alguien quiere hacer algún cambio. Los diarios peruanos más importantes ya no informan: juegan con las emociones de la gente común y corriente y, de un modo casi irónico, le dicen que si alguien mueve alguna ficha perderán lo que no tienen y carecerán del futuro prometedor del que ya han sido despojados.
Es como decirle a un muñón2 que puede perder el miembro que le perteneció.
¿O creen que negociar con las mineras nuevos arreglos y recaudar más por ganancias superlativas que jamás nadie imaginó es un pecado?
¿Será un delito que el Estado, demolido por Fujimori con la complacencia de las grandes fortunas, reaparezca como árbitro y como función tuitiva3?
¿Se irán todas las inversiones extranjeras porque pongamos límites a la exploración y explotación de hidrocarburos en la selva?
¿Protestará Obama si levantamos el salario mínimo?
¿Nos atacará la aviación de la OTAN si le decimos a la telefónica que aquello de la renta básica es una estafa?
¿Nos bombardearán los tucanos brasileños u Odebrecht dejará de hacer negocios si revisamos y, eventualmente, paramos ese desastre a la vista que es Inambari?
¿Invadirá Chile Tacna si le decimos que el trato a los capitales de ambos países tendrá que ser recíproco y que ya es hora de empezar a corregir la enorme asimetría4 de nuestra relación comercial?
¿Quién y con qué derecho habrá de castigarnos si le ponemos un pare de verdad al capital especulativo que llega a Lima a crear distorsiones monetarias?
¿Qué pasará si le decimos a Romero que no siga sembrando palmas para hacer combustible porque eso es irracional?
¿Y si le decimos a los oligopolios5 que dejen de concertar?
¿y si le devolvemos a los trabajadores algunos derechos sindicales arrancados a patadas durante la putrefacción fujimorista?
¿Y si decimos “basta de services tramposos creados para explotar más al trabajador”?
¿Qué?
¿Nos expulsarán de la OEA si decidimos que parte del puerto del Callao siga en manos nacionales?
¿Quién nos condenará si enfrentamos, con una línea aérea nacional privada, el cuasi monopolio arrasador de LAN, que, para desalentar el turismo interno del Perú, le cobra a los extranjeros cupos monstruosos que no cobra en Chile?
¿Y si dotamos a nuestras fuerzas armadas de lo necesario para poder defendernos –sólo para poder defendernos-, habrá alguien en Latinoamérica que se escandalice?
En resumen, ¿ahora resulta que en esta aldea global es una falta ser peruano?
4) La atmosfera tóxica de impunidad que se respira en todas las esferas. Lo que convierte a lo que queda de Estado en fuente de fortunas y a muchísimos empresarios en coimeadores crónicos.
5) La persistencia de la desintegración nacional. La selva siente que los limeños somos no sólo distantes sino hostiles. Hay regiones del sur donde nos odian con todo derecho. Las fronteras son la prueba de nuestra incapacidad nacional para establecer prioridades sensatas.
6) El regocijo casi patriótico por los antivalores en acción: El engaño es virtud; la estafa, hazaña; el abuso, mercado; la pendejada, talento; la impuntualidad, carácter. De estos fierros retorcidos no salen sólo emprendedores de éxito sino generaciones anómicas6. Y pasar de la anomía a votar por un ladrón es fácil.
¿El Perú tiene esperanzas?
Por supuesto que las tiene. Pero sólo si acepta que tiene que cambiar. No para parecernos a Chávez, ese esperpento7 de izquierdismo a mano armada. No para ser Cuba, esa tumba del Hombre Nuevo con mayúsculas. No para repetir experiencias fracasadas. Si para sentir que vivimos en un país digno, problemático pero limpio, diverso y unido por un proyecto que alcance para todos.
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Vocabulario:
1. Subsahariano, na.: Se dice de la parte de África situada al sur del Sahara.
2. Muñón: Parte de un miembro cortado que permanece adherida al cuerpo
3. Tuitivo, va: adj. Der. Que guarda, ampara y defiende.
4. Asimetría: Falta de Correspondencia exacta en forma, tamaño y posición de las partes de un todo.
5. Oligopolio: Econ. Concentración de la oferta de un sector industrial o comercial en un reducido número de empresas.
6. Anómico, ca: Perteneciente o relativo a Psicol. y Sociol. Conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación.
7. Esperpento: coloq. Persona o cosa notable por su fealdad, desaliño o mala traza.
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