Por: Luis Peña Rebaza
En su momento, el Amauta, José Carlos Mariátegui afirmaba que: “la historia nos interesa en la medida que nos permite conocer el pasado, entender el presente y proyectarnos hacia el futuro”
Esta premisa sustenta mi idea para afirmar que los errores y horrores del pasado no deben ni pueden volver a cometerse en el presente y así comprometer y poner en riesgo el futuro.
En tal sentido, este próximo domingo 05 de junio, ejerciendo el derecho de sufragio en las urnas los peruanos decidiremos nuestro rumbo inmediato. Recordemos que pese al tan promocionado crecimiento económico de la última década, seguimos siendo un país muy desigual, muy desequilibrado e injusto, la “suma de varios perues”, a tal punto que podemos afirmar que a más de setenta años de publicada la célebre novela de Ciro Alegría, el Perú sigue siendo “ancho y ajeno” para muchos.
La democracia peruana ha sido muy deficiente para distribuir de manera más equitativa los beneficios de dicho crecimiento, por eso en la actualidad tenemos a unos doce millones de compatriotas viviendo en vergonzosa pobreza y miseria. En consecuencia, subsisten y se multiplican a diario una serie de conflictos sociales de diversa índole, prueba de ello es lo que acontece actualmente en Puno. Conflictos que al no encontrar una respuesta adecuada por parte del Estado, desencadenan crecientes situaciones de caos y anarquía que se convierten en un perfecto caldo de cultivo para alimentar posturas e ideologías violentistas, que con otro nombre ya no como Sendero y MRTA, intenten traerse abajo esta incipiente y frágil democracia peruana. Un régimen que no obstante sus enormes falencias, sigue siendo el sistema menos malo de gobierno que conocemos, un sistema que de manera urgente debe irse perfeccionando para convertirse en un democracia que sea mucho más participativa que representativa, y donde el ciudadano no solamente sea consultado y convocado cada cuatro o cinco años para elegir autoridades sino donde en el día a día tenga mayor compromiso y rol en las decisiones que lo atañen como pueblo.
Soy uno de aquellos ciudadanos que en un porcentaje de aproximadamente el cuarenta por ciento de electores, en la primera vuelta no votó por ninguno de los dos candidatos en actual contienda. Ahora la coyuntura y sobre todo la enorme responsabilidad que tenemos con el presente y futuro del país nos obligan a tomar una decisión. Se ha comentado mucho acerca de las dudas y las incertidumbres que genera la candidatura de Ollanta Humala y las comprobadas certezas y pruebas de la candidata Keiko Fujimori, que no ha podido marcar distancia de su estrecha ligazón con los asesores y voceros del fujimorismo. Keiko, la mujer que tras la separación de sus padres asumió el papel de primera dama. Recordemos que Susana Higuchi, fue una de las primeras personas que denunció la escandalosa corrupción en ese gobierno, siendo por ello desterrada del poder, concretamente se trataba de la denuncia sobre malversación de donaciones de ropa usada proveniente de Japón. Pese al maltrato que recibió su madre, incluso torturada en los sótanos del SIN, esta señora que hoy pretende gobernar el país permaneció al lado del padre y del poder. Desde ya eso la descalifica moralmente. El gobierno fujimorista ha sido "el mejor de la historia del Perú", se le ha escuchado repetir en varias ocasiones, ignorando las irrefutables evidencias de tan descomunal corrupción y atropellos a los derechos humanos, que para ella son simples "errores". En una entrevista con el diario español EL PAÍS en abril del 2009 Keiko declaró que "No podemos achacarle al presidente Fujimori los errores cometidos por terceros".
Jamás votaré por el regreso del fujimorismo al poder. Hacerlo significaría que como educador y como padre de familia, me sea imposible enseñar a mis alumnos y sobre todo a mis hijos, los supremos valores de la decencia, la dignidad, la honradez, la tolerancia y el respeto a los derechos humanos y a la vida misma.
Esta premisa sustenta mi idea para afirmar que los errores y horrores del pasado no deben ni pueden volver a cometerse en el presente y así comprometer y poner en riesgo el futuro.
En tal sentido, este próximo domingo 05 de junio, ejerciendo el derecho de sufragio en las urnas los peruanos decidiremos nuestro rumbo inmediato. Recordemos que pese al tan promocionado crecimiento económico de la última década, seguimos siendo un país muy desigual, muy desequilibrado e injusto, la “suma de varios perues”, a tal punto que podemos afirmar que a más de setenta años de publicada la célebre novela de Ciro Alegría, el Perú sigue siendo “ancho y ajeno” para muchos.
La democracia peruana ha sido muy deficiente para distribuir de manera más equitativa los beneficios de dicho crecimiento, por eso en la actualidad tenemos a unos doce millones de compatriotas viviendo en vergonzosa pobreza y miseria. En consecuencia, subsisten y se multiplican a diario una serie de conflictos sociales de diversa índole, prueba de ello es lo que acontece actualmente en Puno. Conflictos que al no encontrar una respuesta adecuada por parte del Estado, desencadenan crecientes situaciones de caos y anarquía que se convierten en un perfecto caldo de cultivo para alimentar posturas e ideologías violentistas, que con otro nombre ya no como Sendero y MRTA, intenten traerse abajo esta incipiente y frágil democracia peruana. Un régimen que no obstante sus enormes falencias, sigue siendo el sistema menos malo de gobierno que conocemos, un sistema que de manera urgente debe irse perfeccionando para convertirse en un democracia que sea mucho más participativa que representativa, y donde el ciudadano no solamente sea consultado y convocado cada cuatro o cinco años para elegir autoridades sino donde en el día a día tenga mayor compromiso y rol en las decisiones que lo atañen como pueblo.
Soy uno de aquellos ciudadanos que en un porcentaje de aproximadamente el cuarenta por ciento de electores, en la primera vuelta no votó por ninguno de los dos candidatos en actual contienda. Ahora la coyuntura y sobre todo la enorme responsabilidad que tenemos con el presente y futuro del país nos obligan a tomar una decisión. Se ha comentado mucho acerca de las dudas y las incertidumbres que genera la candidatura de Ollanta Humala y las comprobadas certezas y pruebas de la candidata Keiko Fujimori, que no ha podido marcar distancia de su estrecha ligazón con los asesores y voceros del fujimorismo. Keiko, la mujer que tras la separación de sus padres asumió el papel de primera dama. Recordemos que Susana Higuchi, fue una de las primeras personas que denunció la escandalosa corrupción en ese gobierno, siendo por ello desterrada del poder, concretamente se trataba de la denuncia sobre malversación de donaciones de ropa usada proveniente de Japón. Pese al maltrato que recibió su madre, incluso torturada en los sótanos del SIN, esta señora que hoy pretende gobernar el país permaneció al lado del padre y del poder. Desde ya eso la descalifica moralmente. El gobierno fujimorista ha sido "el mejor de la historia del Perú", se le ha escuchado repetir en varias ocasiones, ignorando las irrefutables evidencias de tan descomunal corrupción y atropellos a los derechos humanos, que para ella son simples "errores". En una entrevista con el diario español EL PAÍS en abril del 2009 Keiko declaró que "No podemos achacarle al presidente Fujimori los errores cometidos por terceros".
Jamás votaré por el regreso del fujimorismo al poder. Hacerlo significaría que como educador y como padre de familia, me sea imposible enseñar a mis alumnos y sobre todo a mis hijos, los supremos valores de la decencia, la dignidad, la honradez, la tolerancia y el respeto a los derechos humanos y a la vida misma.
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