Por. JAVIER GARVICH
Como ya deben saber, el hecho que Mario Vargas Llosa inaugure con un discurso la Feria del Libro de Buenos Aires ha contado ya con numerosos rechazos. El primero en protestar fue nada menos que el director de la Biblioteca Nacional argentina, Horacio González, quien pese a ser reprendido por la presidenta Cristina Fernández de Krchner (a quien no le conviene nada esta polémica), se ha manteido en sus trece y no se retracta de sus opiniones respecto al novelista.
Inmediatamente han salido opiniones en pro y en contra, amén de otras "neutrales" buscando un insondable punto medio (aquí pueden ver un resumen de éstas). Algo a resaltar es que nadie cuestiona la valía de MVLl como novelista y más bien van a su discurso ideológico y su agresivo proselitismo neoliberal que incluye la descalificación absoluta de figuras y regímenes , donde ni siquiera los Kirchner se libraron de sus dardos.
Quizá, más que el rollo neoliberal, lo que irrita más a quienes discrepan (discrepamos) con el discurso ideológico de Don Mario sea su actitud arrogante, rayana incluso en el autoritarismo, incapaz de reconocer excesos o equivocaciones, incapaz incluso de debatir (MVLl quiso un "debate" mediático en Caracas con el presidente de Venezuela, pero no con intelectuales defensores del régimen) o conversar proactivamente con pares que opinan distinto. Su estilo de agit-prop airado (ver foto de arriba) y de predicador del neoliberalismo, de las virtudes morales de Occidente y de una modernidad donde el libre mercado y la democracia representativa iluminen a sociedades atrasadas y arcaicas; termina por desalentar a cualquier mortal que busque hilar algún tipo de diálogo con MVLL. Ese pésimo talante le ha generado anticuerpos durante toda su vida (que él ha llevado con bastante gusto) y el hecho que, quienes no pensamos como él, contemplemos sus ensayos y conferencias con el desdén del déja vu, de volver a leer alocuciones cuya arenga final adivinabas de antemano (ese deporte lo practicaba cuando leía sus editoriales en El País durante los años noventa y casi nunca fallé).
Vargas Llosa ya no dialoga, dicta. Y sus apariciones públicas (más aún, ahora que empuña el estandarte del premio Nobel) son reiteradas apologías del Sistema. Por eso muchos intelectuales argentinos ven su presencia inaugural en la Feria como una ofensa a ellos mismos y los valores que defienden. Máxime si ese evento siempre ha sido inaugurado por algún escritor argentino y el hecho que el primer extranjero invitado a hacerlo sea éste, pues les ha sentado como una patada al hígado.
Sí, la libertad de expresión. Hay que recordar que la Feria del Libro de Buenos Aires no es un evento estatal sino privado (lo organizan una serie de organizaciones civiles) por lo que el gerente tiene todo el derecho del mundo de nombrar para el discurso de apertura a quien crea oportuno. En ese sentido no creo que la algarada de intelectuales porteños impida que Don Mario inaugure la Feria en Abril. Pero es importante destacar la repulsa de muchos escritores e intelectuales, repulsa que -estoy seguro- se repetirán en otros foros y espacios. Tenga uno su derecho a inaugurar el evento con su discurso y tengan los otros su derecho en criticar el acto.
Bueno, eso en Buenos Aires, donde la discusión parece darse en términos civilizados ¿Qué sucederá en nuestros pagos? Acá, seguramente, los discrepantes tendremos un linchamiento mediático a conciencia y una exclusión automática de varios foros. Por no hablar de intelectuales y escritores que -ya se ha vuelto costumbre- repten silenciosamente, se acomoden y hagan ejercicio de amnesia. Y acá no ha pasado nada.
¿Qué posibilidades de diálogo tenemos en el Perú? Muy poco. En la anterior coyuntura electoral, el miedo a Humala desempolvó malas conciencias en los poderes fácticos y mucho se habló -solamente se habló- de combatir la exclusión social. En el aburrido panorama electoral de hogaño, no hay debate porque a nadie parece interesarle debatir ideas. O a nadie parece interesarle la existencia de ideas. Cuando venga MVLL y nos recite las bondades del neoliberalismo y fustigue a colectivistas y anacrónicos; veremos el país dividido en un batallón de convencidos, áulicos y sobones por un lado, y los diversos colectivos discrepantes, más arrinconados, por el otro. Y al que menos le importe esa situación, posiblemente, sea a Vargas Llosa.
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