POR: EDUARDO GONZALES VIAÑA
“Después de laborar, vuelve a su humilde hogar/ Luis Enrique, el plebeyo, del hijo del pueblo, el hombre que supo amar”… ¿Recuerdan ustedes este vals criollo?… Es “El plebeyo” de Felipe Pinglo, una canción que los peruanos conocemos casi tanto como a nuestro himno nacional.
¿Sabían ustedes que ese vals fue una vez censurado por el gobierno?… En efecto, así fue. En 1939, la dictadura del general Oscar R. Benavides prohibió que se cantara y que fuera pasado por la radio. La misma medida fue tomada contra “La oración del labriego”, “Mendicidad”, “El canillita”, “El huerto de mi amada”, “El tísico” e incluso “Pobre obrerita”, todos pertenecientes a nuestro gran compositor.
Todo eso ocurrió porque esas canciones tocaban lacerantes aspectos de la realidad social y, por ello, el general Benavides consideraba a Pinglo como un aprocomunista. Se condenaba- además, que hubiera sido amigo personal de José Carlos Mariátegui, y se suponía que la letra había sido escrita por Víctor Raúl Haya de la Torre.
La historia del Perú en el siglo XX está colmada por algunas ridículas vedas de canciones y películas, por brutales censuras de periódicos, por animalescos decomisos y quemas de libros, por la feroz prohibición de las ideas y por perversas persecuciones contra personas inocentes.
En todos los casos, las personas perseguidas lo fueron por sostener ideas de justicia, de cambio social y, por fin, de amor al prójimo en un país cuyas montañas parecen hechas de oro puro, y en el que, sin embargo, viven los pobres, más desdichadamente pobres del planeta.
Varios miles de personas fueron ejecutadas sumariamente en Trujillo en 1932 por el delito de sostener esos principios contenidos en el ideario del aprismo. Durante casi todo el siglo XX, los militantes de ese partido quedaron despojados de todos sus derechos cívicos.
En 1936, se anularon las elecciones bajo el pretexto de que habían votado los apristas. Vale decir, que el 70 por ciento de los electores peruanos fue declarado ilegal. Durante décadas, a los apristas se les asedió, se les torturó, se les encarceló, se les asesinó o se les condenó a una pobreza infame, pero la mayoría de ellos son héroes cívicos porque todo lo sufrieron y todo lo soportaron pero no renunciaron jamás a su doctrina. Me estoy refiriendo a los apristas, a los verdaderos.
¿Y qué hicieron durante todos esos años los dueños del Perú y los explotadores de nuestras minas, la mayoría de ellos provenientes de un país que rinde culto a la democracia y a los derechos humanos?
Financiaron los golpes de estado. Se acercaron a los gobernantes para comprar sus voluntades, para conseguir a precios y alquileres de remate el cobre, el oro, el plomo, la plata y el zinc. Llenaron el congreso con alcahuetes cuya campaña habían solventado. Se sentaron en tribuna a aplaudir los ajusticiamientos. Envenenaron los campos y las ciudades. Pagaron menos impuestos que los peruanos… hambrearon a los campesinos próximos a las minas… y nos hicieron creer que ya estábamos entrando en el Primer Mundo.
A todo eso lo llaman ellos el “sistema”. Quienes no están de acuerdo con ellos deben ser declarados “antisistema” y ser mirados como sospechosos.
Fujimori es el modelo perfecto para ese sistema. Con él en el poder, las corporaciones transnacionales pueden hacer buenos negocios y las mafias del narcotráfico pueden asegurarse la impunidad absoluta. No importan los miles de sus víctimas ni la crueldad de sus esbirros. A ellos no les importan las 300 mil mujeres esterilizadas o castradas como ha dicho Vargas Llosa. Lo increíble es que tampoco eso le interesa al Cardenal.
De allí que, ante la posibilidad de un mínimo cambio, los dueños del Perú han llenado una bolsa colosal destinada a poner en la presidencia del Perú, tras un rostro femenino, a sus viejos conocidos Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos, y a su infernal sistema fascista. Han alquilado periodistas ambiguos y soplones profesionales. Han manipulado adrede la bolsa de valores para esparcir el miedo financiero. La mayoría de los periódicos, la radio y la televisión han sido comprados para demoler al candidato popular. Y por fin han mandado coronas fúnebres al legendario luchador César Lévano, director de “La Primera” y están amenazando de muerte a los periodistas que no aceptan sus sobornos
Si se compara esta campaña con la de otros países, la diferencia es brutal. Poner en el palacio de gobierno a Fujimori y a su hija les está costando ya un monto de dólares que sobrepasa al de un candidato presidencial en el país más poderoso del mundo, los Estados Unidos. Hay que preguntarse ¿qué es lo que piensan sacar a cambio de toda esa montaña de dinero? … O tal vez no es necesario hacerse esa pregunta.
Sin embargo, esta vez, ellos no pasarán. Tienen los millones y los medios de comunicación, pero quienes les cerramos el paso somos dueños de una creencia en la libertad y de una convicción como la de esos héroes civiles peruanos que sobrepusieron al martirio y perseveraron durante muchos años para dejarnos en herencia su esperanza. Creemos en la libertad y en la justicia con el corazón, Y como decía el censurado pero eterno Felipe Pinglo , “ el corazón y el alma son dos fuerzas humanas, que emprenden una senda para no regresar.”
“Después de laborar, vuelve a su humilde hogar/ Luis Enrique, el plebeyo, del hijo del pueblo, el hombre que supo amar”… ¿Recuerdan ustedes este vals criollo?… Es “El plebeyo” de Felipe Pinglo, una canción que los peruanos conocemos casi tanto como a nuestro himno nacional.
¿Sabían ustedes que ese vals fue una vez censurado por el gobierno?… En efecto, así fue. En 1939, la dictadura del general Oscar R. Benavides prohibió que se cantara y que fuera pasado por la radio. La misma medida fue tomada contra “La oración del labriego”, “Mendicidad”, “El canillita”, “El huerto de mi amada”, “El tísico” e incluso “Pobre obrerita”, todos pertenecientes a nuestro gran compositor.
Todo eso ocurrió porque esas canciones tocaban lacerantes aspectos de la realidad social y, por ello, el general Benavides consideraba a Pinglo como un aprocomunista. Se condenaba- además, que hubiera sido amigo personal de José Carlos Mariátegui, y se suponía que la letra había sido escrita por Víctor Raúl Haya de la Torre.
La historia del Perú en el siglo XX está colmada por algunas ridículas vedas de canciones y películas, por brutales censuras de periódicos, por animalescos decomisos y quemas de libros, por la feroz prohibición de las ideas y por perversas persecuciones contra personas inocentes.
En todos los casos, las personas perseguidas lo fueron por sostener ideas de justicia, de cambio social y, por fin, de amor al prójimo en un país cuyas montañas parecen hechas de oro puro, y en el que, sin embargo, viven los pobres, más desdichadamente pobres del planeta.
Varios miles de personas fueron ejecutadas sumariamente en Trujillo en 1932 por el delito de sostener esos principios contenidos en el ideario del aprismo. Durante casi todo el siglo XX, los militantes de ese partido quedaron despojados de todos sus derechos cívicos.
En 1936, se anularon las elecciones bajo el pretexto de que habían votado los apristas. Vale decir, que el 70 por ciento de los electores peruanos fue declarado ilegal. Durante décadas, a los apristas se les asedió, se les torturó, se les encarceló, se les asesinó o se les condenó a una pobreza infame, pero la mayoría de ellos son héroes cívicos porque todo lo sufrieron y todo lo soportaron pero no renunciaron jamás a su doctrina. Me estoy refiriendo a los apristas, a los verdaderos.
¿Y qué hicieron durante todos esos años los dueños del Perú y los explotadores de nuestras minas, la mayoría de ellos provenientes de un país que rinde culto a la democracia y a los derechos humanos?
Financiaron los golpes de estado. Se acercaron a los gobernantes para comprar sus voluntades, para conseguir a precios y alquileres de remate el cobre, el oro, el plomo, la plata y el zinc. Llenaron el congreso con alcahuetes cuya campaña habían solventado. Se sentaron en tribuna a aplaudir los ajusticiamientos. Envenenaron los campos y las ciudades. Pagaron menos impuestos que los peruanos… hambrearon a los campesinos próximos a las minas… y nos hicieron creer que ya estábamos entrando en el Primer Mundo.
A todo eso lo llaman ellos el “sistema”. Quienes no están de acuerdo con ellos deben ser declarados “antisistema” y ser mirados como sospechosos.
Fujimori es el modelo perfecto para ese sistema. Con él en el poder, las corporaciones transnacionales pueden hacer buenos negocios y las mafias del narcotráfico pueden asegurarse la impunidad absoluta. No importan los miles de sus víctimas ni la crueldad de sus esbirros. A ellos no les importan las 300 mil mujeres esterilizadas o castradas como ha dicho Vargas Llosa. Lo increíble es que tampoco eso le interesa al Cardenal.
De allí que, ante la posibilidad de un mínimo cambio, los dueños del Perú han llenado una bolsa colosal destinada a poner en la presidencia del Perú, tras un rostro femenino, a sus viejos conocidos Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos, y a su infernal sistema fascista. Han alquilado periodistas ambiguos y soplones profesionales. Han manipulado adrede la bolsa de valores para esparcir el miedo financiero. La mayoría de los periódicos, la radio y la televisión han sido comprados para demoler al candidato popular. Y por fin han mandado coronas fúnebres al legendario luchador César Lévano, director de “La Primera” y están amenazando de muerte a los periodistas que no aceptan sus sobornos
Si se compara esta campaña con la de otros países, la diferencia es brutal. Poner en el palacio de gobierno a Fujimori y a su hija les está costando ya un monto de dólares que sobrepasa al de un candidato presidencial en el país más poderoso del mundo, los Estados Unidos. Hay que preguntarse ¿qué es lo que piensan sacar a cambio de toda esa montaña de dinero? … O tal vez no es necesario hacerse esa pregunta.
Sin embargo, esta vez, ellos no pasarán. Tienen los millones y los medios de comunicación, pero quienes les cerramos el paso somos dueños de una creencia en la libertad y de una convicción como la de esos héroes civiles peruanos que sobrepusieron al martirio y perseveraron durante muchos años para dejarnos en herencia su esperanza. Creemos en la libertad y en la justicia con el corazón, Y como decía el censurado pero eterno Felipe Pinglo , “ el corazón y el alma son dos fuerzas humanas, que emprenden una senda para no regresar.”
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